Deténgase un instante y piense en un día típico, el de ayer quizás. ¿Cuántas veces hizo usted algo que requirió una medición? Seguramente usted por lo general no se lo pregunta, pero reflexione por un momento. ¿Miró usted su reloj (midió tiempo), compró algún producto alimenticio (midió masa), llenó su auto de combustible (midió volumen) ó se tomó la presión (le midieron presión)? Estas y otras innumerables actividades de nuestra vida diaria conllevan algún tipo de medición, pero estamos tan acostumbrados a esas acciones que damos las mediciones por descontado.
Hay muchos aspectos en cuanto al uso de estas mediciones. Tomamos decisiones basadas en sus resultados, tan simple y automáticamente como pisar el freno de un auto cuando excedemos la velocidad permitida, ó comer menos dulces si el nivel de azúcar en nuestra sangre es demasiado elevado. El precio de gran parte de lo que consumimos se calcula mediante mediciones – electricidad, agua ó combustible, por mencionar sólo algunos.
Es muy probable que se sorprenda de cuán importantes son las mediciones exactas en su vida diaria. A veces pensamos en ello conscientemente, pero las mediciones son una parte tan integral de nuestras vidas que casi siempre nos apoyamos en ellas casi sin darnos cuenta. Sin embargo, debido a la función que hoy desempeñan las tecnologías modernas en nuestra cotidianidad, la exactitud y confiabilidad de estas mediciones exigen su mejora continua. Pero es posible que sólo aquellos de nosotros que nos relacionamos con la medición estemos conscientes del grado en que nuestro mundo moderno altamente tecnológico depende del sistema internacional que, a su vez, garantiza que podamos realizar de manera confiable las mediciones que necesitamos.
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